(2011)
A José Luis ZÚÑIGA
Y sucedió que él
aprovechó la cuenta atrás para seguir viviendo,
fue contando a sus amigos lo del billete de ida sin retorno,
nada de aspavientos ni desesperaciones,
mucho de amor y de pisar el suelo.
Sucedió que a domicilio nos entregó a su hijo
de setenta y pico páginas y muchas que otras muertes,
que midió el tiempo y quiso a los que amara tanto.
Sonrió, rió incluso, pero vivió, sin esconder la cabeza bajo el ala.
Sucedió que su objetivo
—a tan corto plazo como le permitía la vida—
fue una fiesta de presentación y de hasta-siempre-amigos,
sin victimismo alguno, sin caras largas ni gotas transparentes,
archivando la lógica tristeza en el baúl de los misterios,
mientras su sonrisa, de abrazo con palabras, informaba
de que ya veía la bala en su cabeza, y a la vida
con el dedo apoyado en el gatillo,
porque a él —como a todos—, le mató la vida,
y hay que saber echarse en brazos de la muerte.
Y sucedió también
que nos dejó un canto de fe y de esperanza como último mensaje,
porque él, que no encontró jamás a Dios por ningún lado,
–tal vez porque tuviera un credo nada afín con las deidades—,
sin vacilar —o haciéndolo—, lírica y públicamente dejó dicho
que creyó
¡en El Hombre!
Todos los derechos©Ángeles Fernangómez (texto)