VEN, PASA SIN LLAMAR


MENSAJE Y CANCIÓN DE BIENVENIDA AL BLOG
(Pinchar sobre el texto que sigue, para escuchar la canción):
VEN,
PASA SIN LLAMAR
(*) Vídeo de la CANCIÓN: pinchando en cualquier parte del texto de bienvenida anterior (Le puso música y voz: Amador (Dorchy Muñoz) Gracias.

*Tanto los TEXTOS como las FOTOS de cada entrada del Blog son autoría de Ángeles Fernangómez. En algún caso excepcional en que no fuera así, siempre se especifica el nombre del autor o autora y se cuenta con su consentimiento.


miércoles, 31 de diciembre de 2008

NUNCA ("Mis relatos breves")


Por la paz en Palestina y en el mundo.











Él era un gato guerrero -incluso pendenciero-, de color oscuro y de nombre NUNCA.

Vivía con su familia en una especie de pequeña Cenefa Territorial donde se asentaba su madriguera. Los leones merodeaban constantemente disputándose el territorio, por eso NUNCA tenía el pelaje chamuscado y debía dedicarse a la defensa.

Harto del acoso, con sus propias patas fabricó unas bombas artesanas y las lanzó a uno y otro lado, con el ánimo de disuadir a sus contrarios y poder dormir un poco.

Un-Ejército-Completo-de-Leones contestó al farol, con las garras cubiertas de sofisticadas armas.

Las-Autoridades-de-LA-SELVA, miraban y deliberaban.
“¡Dejadlo ya!” –instaron a ambas partes. Y, limpiándose el sudor por el cansancio, se acostaron a dormir.


Todos los derechos©Ángeles Fernangómez

martes, 23 de diciembre de 2008

FELIZ NAVIDAD Y AÑO 2009

En esta ocasión quiero felicitaros la Navidad (o el Solsticio de Invierno) y el Año Nuevo, con 2 mini-poemas. Uno es mío y el otro es de mi amiga y gran poeta, Elsa López. Adjunto sus enlaces por si queréis ver y oir cosas suyas. Y... deseo que el próximo año 2009 sea el mejor de nuestra vida pasada y el menos bueno de nuestra vida venidera.
Van volando besos. Ángeles Fernangómez

FELIZ NAVIDAD
Te regalo un pañuelo con dibujos extraños,
ramitos de mimosa, espejos drapeados,
un cielo con arcángeles en papel de cebolla,
y una canción antigua que he de cantarte a solas
cuando te llegue el frío y te persiga Herodes.

Elsa López

(«Ofertorio». Fragmento)
http://elsalopez.wordpress.com/
http://www.cervantesvirtual.com/portal/poesia/lopez/autor.shtml

RECORDATORIO NAVIDEÑO
Cuando los astros descorchan champán
nacen estrella fugaces.
Cuando brindan
hay lluvia de estrellas.

Ángeles Fernangómez
Todos los derechos©Ángeles Fernangómez


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viernes, 19 de diciembre de 2008

BLANCAMIELES POETA ("Mis poemas")

Foto: Las Palmas de Gran Canaria

Blancamieles tuvo adormecida la corriente lírica de versos
que
desemboca en el poeta
que
desemboca en el poema
que
desemboca en la poesía.

Y allí crece
y se calienta
y se evapora
y se llueve
y se renace.

Blancamieles estuvo en coma creativo.

La manzana de los brujos,

de los malos,
de los locos,
de los necios,
taponaba la zona-verso de su blanca materia gris amordazada.
Sólo a intervalos duermevelas
-y en descuido de los brujos-,
jadeó poemas de aprendiz.

Los satanes formaban circo vigilando su urna transparente.
Disfrazados de príncipes, besaban en la boca a Blancamieles,
que no escapaba de su estrofa de letargos.

Los abrazos de los príncipes valientes
tampoco pudieron despertar completa su musa a Blancamieles,
anulada casi,
de satanes brujos.

En un interludio de abrazos
despertó poeta de sí misma,
en soledad,
viva,
mirando hacia dentro su yo desdibujado,
suyo,
sola.
Sin manzanas amargas,
sin satanes,
sin brujos,
sin príncipes satanes,
sin príncipes valientes.

Ella..
Con ella.
Para ella.

Blancamieles nívea,
Blancamieles dulce,
Blancamieles verso,
poema,
poeta,
poesía.

Blancamieles, río de palabras.

Cuando regresaron los abrazos,
había emergido la poeta,
se había renacido de sus anestesiados restos.

Y odiaba las manzanas.


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miércoles, 17 de diciembre de 2008

SELENE EN NOCHEBUENA ("Mis poemas")

Estaba Selene en Noche Buena
curvada
como en Canción de Luna,
tratando de agrandarse
lentamente.

Estaba hermosa Selene.

Como en cuento oriental de ambientación nocturna,
giraba
deslizándose
en torno a mi mundo Tierra,
desafiando a las luces
que la Navidad derrocha.
La más bella,
Selene,

como en Canción de Luna.

NOTA: "Canción de Luna" es el título de uno de mis relatos en el que la protagonista se introduce para siempre, voluntariamente, en lo profundo de un caudaloso río, en busca del reflejo de la luna, donde ha encontrado la "realidad" del sueño frustrado de su vida.Todos los derechos©Ángeles Fernangómez


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jueves, 11 de diciembre de 2008

GALLO MANSO DE PELEA ("Mis poemas")

Pintora: Mª Carmen de Inés



¡Acabo de recibir la noticia de que mi POEMARIO titulado "GALLO MANSO DE PELEA" ha resultado Finalista en el "XIV Certamen de Poesía María del Villar 2008" y quiero compartir la emoción!
Gracias por alegraros conmigo.
Ángeles


(Aunque se trata de un poemario completo, el título coincide también con el de uno de los poemas que incluye):




GALLO MANSO DE PELEA
La niña de los ojos grandes
apresa, en sus manitas, imposibles.
Deja caer, de los labios hasta el pecho,
algo así como el comienzo de una risa,
risa que recoge con sus manos hechas cuenco
y la esparce como polvo en unas alas.

Le caben besos en la cara,
le brincan sueños por el pelo,
le danzan versos que no ha escrito todavía.

Sabe poner las manos como conchas
y así, le llueven en sus huecos los milagros.
Transforma al gallo-toro en gallo manso,
le besa en la cresta y el plumaje,
le acaricia con sus dedos la garganta.

Caben misterios en sus manos. Y arlequines,
y ese gallito enano negro-iris,
también cabe. Peleón, su Quico, su tesoro.

Vino a embestir y la niña le besaba.
Y le besa como besa luego al gato.
Ese gallito que ella achucha
venía a la greña. Y en la batalla
ha ganado la ternura.

Le centellean los ojos al entrañable y bravo diminuto
y ella le ríe la gracia y lo transmuta en juego.
Esas manos olor de albaricoque
vencieron al gallito negro, puro nervio,
gallito de pelea besuqueado.

Y el gallo no la pica, la tolera,
la soporta y se deja ¡qué remedio!,
aunque al bribón se le note que le encanta.

Llegó en su condición de gallo fiero
y se fue como osito de peluche.
¡Ay, esas manos pequeñitas! Esas manos.

Todos los derechos©Ángeles Fernangómez

jueves, 4 de diciembre de 2008

YO NO QUERÍA ("Mis relatos breves")



A las nubilas sin Pasión anotada.
A los dedos de Angélica Liddell que anotaron la Pasión de Nubila.





Podía haber elegido cualquier otro lugar del parque, pero me senté en el rincón de los cipreses.
“Será parecido cuando muera” -pensé, sólo que mis nalgas no necesitarán asiento y no tendré que incorporarme para la cena.
Estaba influida por la parte bestia de la vida en esa madrugada que sucedió a la noche de los demonios humanos. Los monstruos dan mucho miedo.
Como ella, yo nunca hubiera querido escribir “La Pasión Anotada de Nubila Walhlheim…” Ni la de nadie. Ni mucho menos escribir la mía, pero escribía La Pasión Anotada de la Vida. Estaba también, muy cercana todavía la semana de la pasión anotada de un hombre que aseguran que murió colgado de una cruz, ¿o era un dios?
Yo no tengo Dios, pero me invento dioses y luego los cuelgo de cruces. (Yo soy mi diosa favorita).
Por eso volví a los cipreses. Eso fue después de la última vez que me amarré a la cruz. Volví a los cipreses y sentí mucha, mucha calma. Tanta que me asusté.
Yo creo que, si uno muere, queda suspendido entre cipreses. Así, como volando, como si no hubiera gravedad. Y no se oyen ruidos.
Yo no oía ruidos, debía de estar ya en el camposanto.
Pero no. Chillaron las máquinas que ruedan y yo me giré, o sea que sí oía.
La vida no está hecha de monstruos, eso creo; pero hay muchos monstruos en la vida. Demonios que eran ángeles. Todos hemos sido ángeles chiquitos, pero algunos sintieron que el amor no les llegaba, y se les abrió el corazón en dos mitades. Los más, son ángeles que lloran. Otros son demonios que odian suplicando amor.
Yo tampoco -como ella-, hubiera querido escribir pasión alguna. Pero la estaba escribiendo.
Y entonces, me acordé de otra (porque hay muchas). De otra pasión, quiero decir. La que vivían mis genes esparcidos fuera de mi cuerpo. Y me dolió. Tanto que, como no sé hacerme diablo, me convertí en ángel lloricón.
¿Por qué tiene uno que sembrar sus genes y dejarlos ahí, expuestos a la vida?
La suciedad va y viene y, a veces hasta huele a limpio. Percibo lo bello y sé que mis genes están provistos de arte en el núcleo.
Yo quería escribir del arte y la bondad de mis semillas, pero soy muy influenciable y me venía la sangre al pensamiento, y el corazón golpeando, y se me encogían los hombros, y los hombres se hacían muy, muy grandes, como gigantes, y yo pequeñita, pequeñita, pequeñita…, hasta que me quedaba dormida en la punta de un ciprés. Y amanecía estrella.

* Publicado en el nº 1 de la revista ALKAID EDICIONES
Todos los derechos©Ángeles Fernangómez



martes, 2 de diciembre de 2008

CENICIENTA ("Mis poemas")

(Mi agradecimiento a Salustiano Masó)

Desde sus brotes la lanzaron al vacío
sin tiempo para el juego y para el beso.

Lavando en el estanque, enaguas de las otras
se cortó con una piedra transparente:

era un zapato de cristal hecho pedazos
y un beso de príncipe, quebrado en la puntera.



Todos los derechos©Ángeles Fernangómez

sábado, 29 de noviembre de 2008

ÁNGELA ("Mis relatos breves")

La belleza de un cuerpo que se vende como un pintalabios o un collar de perlas, se torna carne muerta.
Cesc Fortuny i Fabré

(relato breve)

Ángela tenía mucho dinero, pero no se sentía afortunada.
De puro nácar eran los dientes de Ángela. Daba igual, no sonreía nunca.
Jamás vi ojos tan bonitos como lo de Ángela, pero el espejo le dijo un día que eran de lechuza, y los escondió tras unas gafas oscuras que nunca se quitaba.
Al corazón de Ángela llamó el amor, y llamó…, y llamó..., y ya no llamó más; total… jamás abría...
Nadie, sino ella, hubiera dicho nunca que Ángela era gorda, pero una talla menos siempre era lo perfecto cuando elegía sus vestidos. Y vomitaba a propósito lo que no tenía más remedio que ingerir, hasta lograr ser hueso y piel para seguir viéndose gorda.
¿Tendría Ángela un espejo que todo lo cambiaba?

Un día se marchó. Y no pasó nada. Pero Ángela se perdió la primavera, y el verano siguiente, y el otoño…, y el invierno… Otra vez las estaciones se siguieron sin que nada extraño sucediera. También se perdió hacerse mayor y ver qué pasa.
Pero el mundo seguía, aunque no estuviese Ángela.


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viernes, 28 de noviembre de 2008

TIRÉ CABELLOS ("Mis poemas")

Cual Pulgarcito espacial

Cazaba mariposas en mi estómago,
polvo de alas obstructor del conducto de la risa.
Limpiaba de culebrillas negras las vías de mis lóbulos
y en ambos hemisferios quedó desatascado el pensamiento.

No importa el tiempo, sé volver sobre el espacio.
Tiré cabellos para reconocer el camino de regreso.

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martes, 25 de noviembre de 2008

EL MIEDO AZUL ("Mis poemas")



A veces, cada vez más veces, un miedo azul recorre las curvas de mi maternidad,
perfora el olvido cóncavo al que me niego en el suspiro.
Siento mi vientre abultado como cuando fue, y percibo el salto del hijo
abrazado a mi cintura.
Fue mi vida,
y no lo supe hasta que llegaron los agujeros negros
amenazando con convertirla en un recuerdo.
Esos miedos azules predicen angustiosas señales del no retorno,
síntomas del nunca más, del ya se pasó el tiempo.
Demasiado atareada como para disfrutar del sueño.
Demasiado pequeña como para percibir lo inmenso.
Demasiado inconsciente como para distinguir tesoros en las rocas.
El tiempo me mira y yo le respondo con una sonrisa boba. No hay marcha atrás, me dice, y me escupe carcajadas verdes.
Me miro y me limpio, mientras él sigue pasando: tic-tac / tic-tac
Un dolor intenso hace que lleve mi mano hacia el hueco de abandono de mi vientre.
Ya pasó
Él
El tiempo ya pasó.
Tendría que regresar para abrazarlo con más fuerza.
Pasó
Tic-tac / tic-tac /tic-tac
Una tortura lenta intenta taladrar mi nuca.
Sujeto mi cuello con las manos
y miro el cuarto azul al que mi fruto nunca volverá para quedarse.
Nunca volverá para ser flor, porque el tiempo ya se ha ido.
Y no repite.

Pero comienza otro tiempo para aprehender una maternidad nueva
que ya voy aprendiendo a ser.
***
Todos los derechos©Ángeles Fernangómez

martes, 4 de noviembre de 2008

COSAS DE LA ESTUPIDEZ ("Mis relatos breves")

No siempre todo es lo que parece

Lo había intentado ya de mil maneras.
Primero la quiso matar de pasión, después de celos. Más tarde le soltó a bocajarro que era tonta y no valía para nada. Cuando intentó rebelarse la tachó de histérica y, por fin, de imbécil y de estúpida. Se quedó paralizada.
Pero aquel día preparó él dos tazas calentitas de té verde, la besó en los labios y le dijo: “cariño, siéntate y bebamos juntos”.
Sin que la viera, ella intercambió las tazas. Puede que no fuera tan estúpida, sólo que él ya no pudo comprobarlo.



Todos los derechos©Ángeles Fernangómez

VESTIDA DE CABELLO SOL ("Mis poemas")









*** ***
NOTA: ¿Sería capaz un ciego de "ver" este cuadro, a través de la declamación de este poema?
Ese es el reto.

(Poema recitado en el expo-recital que la Asociación "Versos Pintados del Café Gijón" llevó a cabo en la ONCE Madrid, el 13 de noviembre de 2008. Simultáneamente, se proyectaba el cuadro).

(Poema inspirado en el cuadro
"Ensoñación", de Estela Kiesling)


VESTIDA DE CABELLO SOL
(Ángeles Fernangómez)

Esa mujer que era de Kiesling
y a mí me recordaba a Klimt;
esa mujer era doradas ondas anilladas
cubriendo su cabeza y descendiendo
en cascada crecida como manto tenue
que viste su piel -desnuda y seda-,
de cabello-sol ensortijado.

Erótica espiritualidad de pecho orondo.
Apoya la ninfa su cabeza
sobre el hombro diestro
y se pierde. Y pierde la mirada, girando
el iris azul a sus adentros,
a lo profundo y hondo de su no materia;
ausente a su desnudez voluptuosa,
ajena a la maldad e incluso al viento.

Cintura arriba, reposa la bella en el retablo al óleo
que la madre pincel le dispusiera.
Nadie la parió cintura abajo; es sólo ...
un acuerdo tácito,
una suposición de cuerpo entero.
Y un todo es, el sentimiento que trasluce.

Mujer etérea, piel de leche y pelirrojos bucles
extendidos, de sus hombros a su espalda,
como velo de sol
que no tapara
sus rellenos pechos al desnudo.

Todos los derechos©Ángeles Fernangómez


sábado, 11 de octubre de 2008

CABALLOS BLANCOS ("Mis Poemas")


Hay caballos blancos en el mar
Adentro
Trotan y agonizan
Galopan y se mueren
Y nacen caballos blancos
en los valles móviles de azul cobalto

Hay miles de caballos blancos
que viven, a manadas y a momentos,
muy lejos de las costas
Por eso buscan, desesperadamente, barcos
que alimenten los halos de sus vidas

Lo mismo que gaviotas



Todos los derechos©Ángeles Fernangómez


RETOS ("Mis Poemas")

Observar
de noche el agua
cuando es inmensa y rompe blanca,
es acercarse al núcleo del enigma.

Adentrarse
cuando es azul muy negro
y no alcanza la vista al horizonte,
es compartir un secreto con la noche.

Sumergirse
danzando a oscuras
su baile luna y ondulado,
es no tener miedo a la muerte.

Todos los derechos©Ángeles Fernangómez

viernes, 10 de octubre de 2008

CÉLULAS MADRE ("Mis Poemas")

Las anémonas son clónicas.
No mueren, se dividen siendo enteras,
se duplican, se espejean, se copian a sí mismas y,
sin morir, vuelven a nacer eternamente.
Son su mitad y la mitad de su mitad multiplicada.
Doblan sobre sí sus cuerpos,
se parten infinitas desde el centro de sí mismas.
No mueren, sólo se marean un poco al imitarse.

Pero yo..., yo soy mucho más inteligente:
me muero, sí, pero no me plagio nunca


* (mención especial en el "I Certamen Internacional Jirones de Azul", publicado en el libro "Con Buenas Palabras" ).

* Publicado en la Revista nº 2 de ALKAID EDICIONES

Todos los derechos©Ángeles Fernangómez




EL CLUB DE LOS PINTAPOETAS ("Mis Relatos")

(Cosas serias en clave de humor.
Un guiño a los pintores y poetas de "Versos Pintados del Café Gijón)

Éramos socios de un club en el que se admitían mujeres. Lo cierto es que las mujeres abundábamos.
Nos habíamos reunido para almorzar. “Poetas y Pintores”-rezaba el título del libro que no estaba editado todavía. A los poetas nos gustaba mirar cuadros y a los que pintaban, escuchar los versos. Y todos tan contentos.
Nos reuníamos para celebrar que era un día cualquiera de un mes de un año..., que había salido el sol por Antequera y que la primavera había llegado nada más terminar el invierno, -por ejemplo-. Siempre que nos reuníamos era para celebrar cosas así. Y era preciso deliberar un poco sobre ello. Cada vez que nos juntábamos a comer, era en lugares diferentes. Y tenía su porqué. Aquel día el almuerzo era en La Casa de No-Sé-Dónde.
María Karmela irradiaba luz de su melena rubia y de sus ojos claros. Ella pintaba y dijo que, esa mañana, había salido el sol de tal manera que le había hecho ver las formas con una perspectiva nueva y diferente a todas las demás mañanas (era su hora preferida para estos menesteres). Luego sonrió.
Liarana miraba a derecha e izquierda sin decir nada.
Fonso se lo tomaba muy en serio.
Parola, que aunque su nombre parezca de origen italiano, había nacido en Méjico y, por lo tanto, era mejicana, llegaba siempre con esa cadencia de paso y ese deje pausado propio de su tierra. Sin embargo, en poco tiempo preparaba tal revolución en el grupo, que ni el propio Zapata. Ella escribía versos eróticos la mayor parte de las veces. Pero llegó diciendo que no tenía el día.
De vez en cuando se hacía difícil deliberar seriamente, como a Fonso le gustaba, porque El-Fará lo complicaba. El-Fará le sacaba punta a una bombilla si era menester y si la forma de la bombilla era alargada, ya la habíamos liado porque, para él, no era alargada sino fálica y ya teníamos la frasecita compuesta. Se partía de risa él mismo y luego se quedaba tan serio como una estatua, como si allí no hubiera pasado nada. Miraba con delicadeza a su entorno y sonreía. Pero para entonces, a los demás ya se nos había quedado la boca estirada por el contagio de la risa y no encontrábamos la forma de poner el rictus relajado. Él sí.
La camarera, joven ella, llegó con su libreta. Llevaba delantal rojo por encima de un vestido negro y ajustado.
-¡Joder! –dijo Filarión por lo bajines-, aquí las camareras van vestidas de anarquistas.
Filarión tenía una vasta cultura clásica, aunque se ganara la vida con la alquimia. Sus poemas, además de tener un nivel bien elevado (“¿elequé?”, -hubiera dicho El-Fará, interrumpiendo el discurso), pues además de eso, cuando los declamaba con su potente voz, se elevaban más aún (nueva interrupción con pregunta inocente). Y si Filarión no se hubiera quitado aún la boina de guerrillero, todavía parecían con más fuerza los poemas.
Alguien, desde la cocina, llamó a la camarera, que estaba a punto de declamar la comanda. La camarera se dio media vuelta y se alejó. El lazo rojo del delantal le caía como un ramo de flores rojas por encima del culo. Los hombres del club no estaban ajenos y apuntaron con la vista hacia el florero.
Se perdió entre cacerolas y, esta vez, vino un camarero que vestía lo mismo pero en la modalidad pantalón. Cantó el menú de forma muy profesional: Primero, los primeros; segundo, los segundos, y el postre para luego.
-Cazón dice, ¿qué es cazón? –preguntó Marino, el portugués.
-Es un pescado. Antiguamente se preparaba en una especie de cazos, y de ahí le viene el nombre según dicen; aunque ya sabe usted que estas cosas... Pues eso: de cazo..., cazón.
-Claro –dijo Parola, –como de guapo, guapetón.
-O de raza, razón –ricé yo el rizo casi al oído de El-Fará para provocarle un poco más la risa y que no me oyera la parida el camarero. Pero se la provoqué más de la cuenta, creo, porque respondió:
-Sí, claro, o de pez, pezón.
Y ya empezamos. Llorábamos literalmente de la risa. Él frenó en un santiamén, pero yo ya no podía parar.
El camarero se fue y todo quedó de nuevo en familia.
Cerca de la mesa pasó la camarera que había estado a punto de tomarnos nota hacía un rato y Bettrizia la llamó para pedirle agua. Aproveché yo para pedirle también que me “cantara” de nuevo los segundos platos porque no acababa de estar convencida con mi decisión.
-¿Podría repetirme lo que hay de segundos, por favor? –le dije-. Por cierto, yo soy María Angélica, además de la narradora de esta historia, también escribo versos, pero ya me presentaré mejor más adelante, ustedes me sabrán disculpar, que si no pierdo el hilo. Aunque, pensándolo bien, ¿qué más puedo decir de mí sino que pertenezco al club y que el nombre me lo puso mi abuela porque decía que sonaba muy romántico? Así era mi abuela. Recuerdo que le gustaba encontrar cualquier disculpa para vestirse de época. Yo no entendía entonces lo de la “época” esa y preguntaba: “Pero ¿de qué época se viste la abuela?” “¡Ay, hija, pues de época. De época es..., de época”. Y me quedaba igual que antes de la pregunta; hasta que fui mayor y lo entendí.
Pero cerremos el paréntesis y volvamos a la historia. Decía que yo había pedido a la camarera que me repitiera los segundos platos.
-Pues tenemos entrecot, chuletas, calamares a la romana, cazón, huevos estrellados, huevos rellenos, langostinos con salmón...
-Yo quiero calamares –dije. ¿Puedo hacer el cambio?
-Estuve a punto de pedir huevos, –dijo El-Fará, porque dicen que de lo que se come..., pero me quedo con los langostinos. Lo de los huevos estrellados me da un-no-sé-qué... De todas formas –dijo dirigiéndose a la camarera con pelín de sorna- ¿cómo son los huevos rellenos?
-El plato trae dos huevos partidos por la mitad...
-¡Aaay, no! –dijo El-Fará procurando que no le oyera la camarera (o vete tú a saber...)
-Están rellenos de atún –continuó. Y luego bien untaditos con mahonesa y...
-¡Qué bien! Eso ya está mejor.
-¿Cómo? –dijo la camarera.
-No, nada, que mejor me quedo con los langostinos.
-Muy bien, ahora mismo viene todo.
Y se fue rumbo a la cocina por donde había venido.

Azid hizo un comentario sobre los que confunden las licencias poéticas con construir gramaticalmente mal las oraciones. Quizá fuera el más sensato de todo el club. Filarión sacó un poco a pasear a sus caballos de Aquiles, y Bettrizia, que hasta entonces había estado muy calladita, contó sus últimos proyectos pictóricos. Bettrizia pintaba delicado y colorido.
Marino hablaba de Coimbra, y yo lamentaba haberme sentado, como siempre, al lado de El-Fará, pero sólo con la boca chica.
Aunque su nombre pueda dar lugar a confusión, El-Fará no es árabe, al menos él no conoció a ningún antepasado que lo fuera. Al parecer le puso ese nombre su padrino de pila que, según tengo entendido, lo sacó de un libro de aventuras que acababa de leer poco antes de que le echaran el agua bendita al chico por encima.
El-Fará se ganaba también la vida haciendo reír al prójimo (prójimo es igual a próximo, y la más cercana por su siniestra era yo...). Hacía reír al prójimo –digo-, con la intención de ayudarle a que se curara de sus males, fueren éstos los que fueren. A mi me había regalado ya varias sesiones, andaba la cosa a... ¿una sesión por cada día de encuentro? Más o menos.
Fue la camarera la que trajo la comida. Yo ya tenía mis calamares y a El-Fará le acababan de traer los langostinos con salmón. Su plato quedaba muy decorativo.
-Sus langostinos –dijo la camarera.
-Esto sí que es un plato en condiciones.
-Es que aquí lo hacemos todo con mucho arte, señor.
-Pues a mi me encanta todo lo que acabe en “arte” –contestó El-Fará a la camarera mientras le disparaba una sonrisa picarona.
-Pues qué bien –le contestó ella-, yo creo que sin pillarlo, (o pillándolo, pero ya sabemos que una camarera tiene que guardar las composturas, y más cuando las tiene bien puestas, como era el caso...)
A mi se me iban los ojos detrás del salmón de El-Fará, que lo tenía a mi derecha, y mis calamares no me llamaban tanto la atención, (soy una inconformista y también una indecisa). Él lo notó y puso un buen trozo en mi plato, a lo que correspondí dejando en el suyo un par de aros o tres de calamar. Y es que generoso sí que es, y serio también cuando tocan a serlo, pero, cuando quiere, le busca las cosquillas a las mismísimas estatuas.
A Fonso le pareció que ya era hora de que nos concentráramos un poco y habláramos de la celebración del día. ¿Y cuál era?: Pues... ¿Por qué a un día le sucede otro? ¿Cómo incidió la luz de esa mañana en nuestras mentes creativas? ¿Qué significa la primavera para el alma...? Sí. Y todas esas cosas que se preguntan los artistas para responder luego en bonito y que lo disfruten otros.
-Esta mañana –dijo Fonso- amaneció a las 6:35. Lo comprobé porque me pilló la aurora componiendo un soneto en el estudio. Me travé en el segundo terceto y cuando me di cuenta me sorprendió el amanecer en el verso catorce. Menos mal que lo acabé. Cuando uno hace sonetos de amor no tiene percepción del tiempo. Y más si te quedas atascado en algún verso. Pero habrá soneto nuevo para la reunión del lunes.
Una solemne carcajada llenó toda la mesa y traspasó a otras colindantes. Fonso puso cara de mosqueo e interrogación.
-¿Qué pasa? ¿He dicho algún inconveniente?
-No, tú no, pero... ¿Es que no veis lo que está haciendo El-Fará?
El-Fará sostenía un langostino en su mano derecha, mientras que con la izquierda, sujetaba un aro de calamar con su reboce amarillo-mostaza y hacía pasar por su interior al pobre langostino, muerto y bien cocido, pero tan sonrosado como la mismísima salud y con la cola recogida en forma de cedilla.
-Es que domo langostinos –dijo. Y se quedó tan pancho. Es más, siguió haciendo pasar por el aro a dos o tres bichos más. Su plato parecía una maqueta del Price en versión marina.
Tuvo que intervenir Azid para poner orden. Hizo un comentario a Liarana, que la tenía al lado, comentario que yo no alcancé a escuchar desde el otro extremo de la mesa, y después, Liarana se puso a contar los pormenores de la publicación de su último libro de poemas, como cambiando de tema deliberadamente.
Intenté yo abundar en el tema hablando de mis últimos versos pero, como acababa de llegar de la costa, me salían de lo más cursi: Que si el mar se iba de farra con la luna..., que si la espuma de las olas..., que si la vela de los barcos... ¡Era mejor cuando hacía poemas a los gatos de angora! Quizá sea porque, como soy del interior, en cuanto veo el mar me vuelvo loca.
Azid volvió a reconducir la cosa hablando del libro que traíamos todos entre manos, (más que entre manos, entre mentes, pero para nosotros no hay demasiada diferencia).
Comimos, hablamos, deliberamos más y nos cundió el tiempo. Así pensamos todos. Todos menos Fonso, que nos seguía viendo como a alumnos indómitos que no permiten dar la clase. ¡Vaya!, al final logramos convencerle, supongo.

Hasta que llegó la hora del postre y se acercó de nuevo la camarera roji-negra a ofertarnos las delicias de la casa:
-... y helado de tres gustos. (Os juro que dijo de tres gustos).
-¿De tres bustos? –dijo El-Fará- Eso es lo que quiero.
No conforme, se le antojó ver cómo lo hacían y dijo que se iba a la cocina. Tenía el quit de la risa en su maleta y eligió, entre todos los objetos, ponerse una nariz de payaso para acercarse al corazón del santuario gastronómico. No era la primera vez que hacía el payaso de esa forma, pero en otros sitios, así que ninguno imaginamos que era capaz de ir de esa facha a la cocina. La nariz era una bola de un tono rojo pálido. Al incrustarla sobre la suya se le abrieron, a modo de aletas, un poco los extremos y, sinceramente, todos pensamos en lo mismo. Decididamente la prótesis nasal rojiza tenía una forma clara de testículo con fiebre.
“¡Tierra, trágame!” –pensamos todos- cuando de verdad se levantó y, con dos narices, se introdujo en la cocina. Vimos y oímos las risas allá dentro. Él sabrá lo que les dijo, que de tonto no tiene un pelo, pero al postre invitó la casa.

¿Entendéis ahora por qué he preferido ser yo misma la narradora de esta historia? No he tenido valor suficiente como para ponerle al cuento un narrador externo, porque hay cosas que deben quedar en familia, ¿qué le importa a nadie?
Somos un club muy unido y yo ya he tomado mis precauciones para que nadie nos pueda reconocer así como así; estaremos pirados pero no somos tontos, y no pienso irme de la lengua diciendo el nombre de los sitios en los que nos solemos reunir. He vuelto atrás en el cuento y veo que ya se me escapó lo de decir que estábamos en La Casa de No-Sé-Dónde, con eso es suficiente y no acaba de gustarme mucho mi desliz, debí morderme más la lengua, pero pase. Aunque, como no me acordaba del Dónde, supongo que nadie dará con el sitio. Puede que tampoco ninguno de nosotros. Pero acabaremos encontrándonos.


Todos los derechos©Ángeles Fernangómez