Oscuro en lo alto de la aldea,
(villa y corta, que dicen... es cortada)
Tejas, tejas, tejas de un rojo rojinegro
rematan piedras sobrepuestas,
ventanas y boqueros grises.
Silencio.
(villa y corta, que dicen... es cortada)
Tejas, tejas, tejas de un rojo rojinegro
rematan piedras sobrepuestas,
ventanas y boqueros grises.
Silencio.
Planean la mirada y el oído atentos:
nogales sorteando cuestas,
nogales sorteando cuestas,
muy por encima suben de las chimeneas,
estériles sin fríos.
Allá, un insistir de ranas,
(del pilón, tal vez, de baños no queridos).
Una luz amarillenta
se desploma y desparrama tibia entre los árboles.
Después..., le siguen montes,
montañas negras en la noche,
casi libres de silueta.
Más lejos,
Allá, un insistir de ranas,
(del pilón, tal vez, de baños no queridos).
Una luz amarillenta
se desploma y desparrama tibia entre los árboles.
Después..., le siguen montes,
montañas negras en la noche,
casi libres de silueta.
Más lejos,
allá arriba,
una estrella decorando todo.
¡Mil estrellas!
Y un camino lechoso y peregrino
por los cielos se constela.
Abajo siguen grillos, grillos, grillos...
Musican notas índigas, verano en la montaña.
Adivino luciérnagas pequeñas, muy pequeñas,
añaden luz a la balada de la noche,
puntos de silencio en pentagrama.
Y cruzan el aire
diminutas mariposas de la noche.
Un perro negro se desliza calle arriba,
extiende su figura a cuatro patas,
se duplica en sombra por debajo de un reflejo,
luz cobarde de destellos tenues en negrura densa.
Va el can como sombra y can en movimiento.
Un ladrido de gigante
suena en el opuesto. Casi asusta.
Perfora montes con vientres renegridos
hasta extinguirse en ecos.
Silencio. Quietud. Noche en el pueblo.
Ni siquiera viento.
Agosto acaricia la noctívaga belleza
de este instante eternizado.
una estrella decorando todo.
¡Mil estrellas!
Y un camino lechoso y peregrino
por los cielos se constela.
Abajo siguen grillos, grillos, grillos...
Musican notas índigas, verano en la montaña.
Adivino luciérnagas pequeñas, muy pequeñas,
añaden luz a la balada de la noche,
puntos de silencio en pentagrama.
Y cruzan el aire
diminutas mariposas de la noche.
Un perro negro se desliza calle arriba,
extiende su figura a cuatro patas,
se duplica en sombra por debajo de un reflejo,
luz cobarde de destellos tenues en negrura densa.
Va el can como sombra y can en movimiento.
Un ladrido de gigante
suena en el opuesto. Casi asusta.
Perfora montes con vientres renegridos
hasta extinguirse en ecos.
Silencio. Quietud. Noche en el pueblo.
Ni siquiera viento.
Agosto acaricia la noctívaga belleza
de este instante eternizado.
Todos los derechos©Ángeles Fernangómez