TRES TIEMPOS
Te recuerdo muy pequeño, metido en la camita de madera azul y blanca, tu cuna de balancín y angelotes en las cuatro esquinas. Mi niño acunado por el sueño, como un ángel más, el más bello de todos, el más dulce. Dormido. Y yo, mirando tu cara, embelesada. El sol te había teñido las mejillas esa tarde mientras papá y yo te zambullíamos en las olas a la orilla del mar. Te gustaba. Te gustaban el sol y el agua; parecías un muñeco remojado pataleando para no hundirte y jugar con el mar. Confiado, risueño, alegre..., feliz. El agua te resbalaba del pelo hasta la cara, y el sol hacía brillar tu cuerpo hasta convertirte en porcelana con vida.
Te recuerdo muy pequeño, metido en la camita de madera azul y blanca, tu cuna de balancín y angelotes en las cuatro esquinas. Mi niño acunado por el sueño, como un ángel más, el más bello de todos, el más dulce. Dormido. Y yo, mirando tu cara, embelesada. El sol te había teñido las mejillas esa tarde mientras papá y yo te zambullíamos en las olas a la orilla del mar. Te gustaba. Te gustaban el sol y el agua; parecías un muñeco remojado pataleando para no hundirte y jugar con el mar. Confiado, risueño, alegre..., feliz. El agua te resbalaba del pelo hasta la cara, y el sol hacía brillar tu cuerpo hasta convertirte en porcelana con vida.
Creciste, te ibas haciendo grande, aunque menos de lo que tú siempre pensabas. “Ya soy mayor” –decías. Yo me reía oyéndote. “Sí, qué grande es ya mi niño” –te contestaba, y sonreías satisfecho, abrazándote a mí. Habías aprendido a hacer castillos en la arena ya; papá te enseñó a escarbar profundo, construir cimientos en la playa que, al subir la marea, se llevaba el agua. Yo os miraba. “Mamá, te toca poner los chorretes en las almenas” –me decías; nuestra pequeña fortaleza vulnerable y bella.
---
¿Qué te pasa? Ahora también duermes y yo te sigo contemplando. Has crecido pero sigues siendo un niño todavía. No me gusta tu expresión de miedo. Creo que estás teniendo alguna pesadilla. Te despierto. “¡Eh, eh, ya pasó, cariño, ya pasó; despierta, estoy aquí!”
“¡Papá, papá!” –dices, y vuelves a dormirte.
Tú sabes que no está, papá no está, pero lo añoras. ¿Qué sueñas?
Estoy en la playa, como cuando era muy pequeño y papá me enseñaba a usar la pala para hacer castillos en la arena. No me gusta cómo los hago si él no está para ayudarme. Estoy triste, quiero que venga y que me ayude. Se ha ido y yo quisiera verlo ¿dónde está? Me pongo de espaldas al mar, me alejo, y al otro lado veo la avenida. Me acerco más. Mamá me mira extrañada. Los coches pasan deprisa arriba y abajo. Al otro lado de la acera, más allá de las palmeras, hay un hombre de espaldas, se parece a papá, seguro que es papá, quiero verle la cara. Corro, suelto la pala y corro hacia ese lugar. Oigo a mamá que me grita: "¡No, no, vuelve aquí, no cruces, vuelve!”. No le hago caso y corro. Ya no sé más.
¿Qué te pasa? Ahora también duermes y yo te sigo contemplando. Has crecido pero sigues siendo un niño todavía. No me gusta tu expresión de miedo. Creo que estás teniendo alguna pesadilla. Te despierto. “¡Eh, eh, ya pasó, cariño, ya pasó; despierta, estoy aquí!”
“¡Papá, papá!” –dices, y vuelves a dormirte.
Tú sabes que no está, papá no está, pero lo añoras. ¿Qué sueñas?
Estoy en la playa, como cuando era muy pequeño y papá me enseñaba a usar la pala para hacer castillos en la arena. No me gusta cómo los hago si él no está para ayudarme. Estoy triste, quiero que venga y que me ayude. Se ha ido y yo quisiera verlo ¿dónde está? Me pongo de espaldas al mar, me alejo, y al otro lado veo la avenida. Me acerco más. Mamá me mira extrañada. Los coches pasan deprisa arriba y abajo. Al otro lado de la acera, más allá de las palmeras, hay un hombre de espaldas, se parece a papá, seguro que es papá, quiero verle la cara. Corro, suelto la pala y corro hacia ese lugar. Oigo a mamá que me grita: "¡No, no, vuelve aquí, no cruces, vuelve!”. No le hago caso y corro. Ya no sé más.
----
Pero yo sí, yo te he acompañado siempre. Desde que tu madre te trajo al mundo, no me he separado jamás de ti. Antes incluso de que eso ocurriera. Existo para estar contigo y conozco tu futuro porque soy yo quien te lo marca. Tu madre no podrá detenerte, te irás corriendo a desvelar la cara del hombre que está al otro lado de la avenida, la avenida en la que los coches van y vienen, suben y bajan, y no sabrás nunca si es o no tu padre, porque tú correrás, saltarás la valla que separa la playa de la acera mirando siempre al pelo negro de ese hombre, y no verás el peligro. Correrás mucho porque querrás verlo de frente, de cerca, y tienes miedo de que se vaya antes de que puedas alcanzarlo. Tu madre gritará, pero no la escucharás siquiera. Yo lo sé todo.
Y entonces, te verás en medio de la calle, y un chirrido de frenos se colará en el viento mientras tú saltas por los aires y caes después al suelo. Se habrá roto tu cuerpo, y tu sangre pintará de rojo la calzada. No podré hacer nada. Lo siento, yo ya estaba escrito en el libro de los tiempos y, ni tú ni nadie, podrán detenerme. Ni siquiera el amor de tu madre. Entonces dejaré de estar contigo porque ya me habré cumplido. Miraré tu sangre y nos diremos adiós.
.
Todos los derechos©Ángeles Fernangómez