DÍA 11 (51 días)
NUBES
No pretendo que veáis lo que yo vi, pero
en las nubes de ese día vi a una madre reclinada sosteniendo a su bebé recién nacido. El
subconsciente tiene razones que la razón también conoce a veces, pero no importa,
esa es otra historia que quizá alguna vez la cuente si procede. En todo caso, no es eso lo
que ahora me trae hasta estas líneas. No es de eso de lo que en este caso quiero hablar. Tampoco de por qué elegí precisamente esta foto -hecha en la
tercera semana de confinamiento-, para escribir sobre ella hoy, hoy
precisamente, día de la madre, afirmo que no fue un acto deliberado ni consciente.
Yo sólo quería hablar de nubes. Simplemente de nubes, estar en las nubes, subirme a las
nubes, las nubes y mi relación con ellas desde el sofá de casa en estos tiempos de
cuarentena.
Durante los 51 días que ya
van, he visto cielos muy distintos, mucho: cielos planos, grises, negruzcos, encapotados,
con nubes de todas las formas posibles, atardeceres mágicos plagados de rojos,
naranjas, violetas, rosados... Ahora mismo, veo un cielo con nubes racheadas,
como brochazos suaves de un pintor de bóvedas tapando el firmamento con un velo.
Pero las que más me gustan son
las nubes caprichosas, esas en las que veo formas que, en cuanto las amarro y
nombro, se me esfuman para dar lugar a otras formas diferentes, como si el
cielo sufriera una metamorfosis de constantes y distintos milagros. Yo creo que
la vida es como las nubes, si te distraes pasa de largo.
Recuerdo que esta nube que traigo esta vez a colación, esa en que yo
vi, como ya he dicho, el busto de una madre sosteniendo a su bebé, se disolvió enseguida como se disuelven todas. El bebé se iba desintegrando hacia la derecha
y hacia arriba. Los brazos de la madre lo seguían, pero se hacían enormes hilos
cada vez más finos y alargados, mientras que por detrás, aparecía en escena la
forma de un hombre fuerte caminando hacia ellos como si pretendiera salvarlos
de convertirse en nada momentos antes de hacerlo también él.
En eso estaba cuando escuché
las bocinas y, seguidamente, la lluvia de palmas. Eran las ocho de la tarde,
hora de abrir la ventana y aplaudir.
Son nube madre
e hijo,
al cielo invitan
a mirar las horas.
Inmenso
el firmamento,
llegan
los ojos antes que mis manos.
.
A día de hoy:
- Seguimos confinados no del todo.
- Ya tenemos calendario de "desescalada" (por fases)
- Podemos pasear por turnos unas horas.
- Curva descendente