DÍA 13 (53 días)
ALTERACIÓN PERCEPTIVA
Es recurrente. Esta sensación
es recurrente desde poco después de que empezaran los aplausos de las ocho. No
he dejado de aplaudir ninguna tarde y recuerdo bien el primer día, ese en que, convocados
todos por whatsap, salimos a las ventanas, balcones y terrazas a
aplaudir. Ese día no fue a las ocho, fue a las diez y era noche cerrada, cómo pasa el tiempo. Al día siguiente dijeron
que había que adelantarlo dos horas para que pudieran participar los niños y
las ocho se quedó instalada como la hora en que todos pensábamos en lo mismo y
a la vez, como en la canción de Mecano. Recuerdo que aquel primer día, el de
las diez, se me aguaron los ojos y la voz se me rompía de emoción. Estábamos
conmocionados por lo que sucedía, los hospitales desbordados, el personal
sanitario dándolo todo sin tener la cobertura necesaria y… nosotros sacábamos los brazos por las ventanas para decirles con las manos que les teníamos en cuenta y estábamos con ellos y se lo
decíamos aplaudiendo su trabajo. Después lo ampliamos a todo el que daba la
cara en trabajos que nos permitían subsistir.
A los pocos días de los
primeros aplausos, comencé a asustarme. De vez en cuando yo oía aplausos y no
eran las ocho, si no a cualquier hora, como si me retumbaran, como si fuera el
eco de los de la noche anterior. Los escuché un día, luego otro, y a diferentes
horas. Miraba por la ventana y todo eran alucinaciones mías, la mente me
engañaba y oía cosas que no existían, como lo que le pasaba a aquella mujer del
libro de Oliver Sacks que escuchaba música irlandesa de la infancia incluso
cuando dormía. Buen libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero,
pero el tema me asusta, ¿el confinamiento me estaría convirtiendo en una
neurótica que manifestaba alteración de la percepción de las cosas?
Eran ráfagas, lo sé, pero se
repetían en mi mente como un mantra, un mantra bonito, pero ilusorio y, al ser
tan recurrente, me daba tanto miedo como también me gustaba.
No he adivinado todavía el
motivo de esos engaños mentales, de hecho todavía los tengo, pero eso no me
impidió nunca acudir uno tras otro y sin excepción alguna a abrir la ventana y
aplaudir todos los días y a la misma hora. Tampoco me impidió saber a qué y a
quiénes aplaudía con el ánimo exclusivo de alentar en tan ardua tarea. La
memoria en eso no me fallaba.
Después llegó aquella gente
que, por llevar la contra incluso en estos momentos tan graves, dijo que eso de
los aplausos era una tontería, que no había motivo para aplaudir a nada ni a
nadie y que lo que había que hacer eran minutos de silencio por los muertos.
¡Vaya, pues claro!, no está mal, todos sentimos a los muertos y nos duelen, muchísimo.
La atrocidad es indescriptible y se merecen millones de minutos de silencio.
Les aseguro que en casa los hacíamos todos, tantas horas en casa dan para
pensar en todo y silenciarse. Pero eso no es óbice para despreciar los
aplausos de aliento, ¿o es que el tiempo ha hecho olvidar a algunos por qué se
aplaude? Además, ¿de verdad un confinamiento no es lo suficientemente
deprimente como para no buscar algo que nos de un poco de alegría y no hacernos pasar
por un luto perenne?
El caso es que yo seguí
aplaudiendo. Y sigo. Lo que no he resuelto todavía es el motivo de escuchar
aplausos que no existen. ¿Será que me gustaría que haya más personas
aplaudiendo? Igual es eso.
La mente
es engañosa
oye a destiempo lo que quiere y gusta
oye a destiempo lo que quiere y gusta
el eco
del aplauso,
anhelo de
la unión en la contienda.
.
.
A día de hoy:
- Seguimos confinados no del todo.
- Ya tenemos calendario de desescalada (por fases)
- Hoy comienza la Fase 0 de la desescalada.
- Algunos negocios ya pueden abrir con cita previa.
- Podemos pasear por turnos unas horas.
- Curva descendente