VEN, PASA SIN LLAMAR


MENSAJE Y CANCIÓN DE BIENVENIDA AL BLOG
(Pinchar sobre el texto que sigue, para escuchar la canción):
VEN,
PASA SIN LLAMAR
(*) Vídeo de la CANCIÓN: pinchando en cualquier parte del texto de bienvenida anterior (Le puso música y voz: Amador (Dorchy Muñoz) Gracias.

*Tanto los TEXTOS como las FOTOS de cada entrada del Blog son autoría de Ángeles Fernangómez. En algún caso excepcional en que no fuera así, siempre se especifica el nombre del autor o autora y se cuenta con su consentimiento.


sábado, 2 de mayo de 2020

DIARIO DE CUARENTENA TRAS LOS 40 DÍAS - El SUMMA 112 a las puertas de casa

                                                           Fotos desde la ventana (confinamiento)

DÍA 10 (50 días)

EL SUMMA 112 A LAS PUERTAS DE CASA
Aquella mañana era de sábado, igual que lo es ésta desde la que lo recuerdo y escribo. Hacía sol y yo me comportaba como una auténtica indiscreta mirando constantemente lo que pasaba fuera. El jardín empezaba a estar tocado por la primavera, pero al lado de sus barrotes rojos vi aparcado un coche del SUMMA 112. ¿Habrá pasado algo? -pensé-.
Transcurrido un rato, el coche se fue, pero enseguida llegó una unidad más grande. Un hombre y una mujer vestidos con EPIs descendieron del vehículo. Yo quitaba dentro el polvo de las estanterías, barría la casa, pero no dejaba de estar pendiente de la ventana. ¿Qué pasaría? ¿Sería alguien de mi misma escalera? ¿Quién necesitaba ayuda? No sería de extrañar, estábamos en el pico de la epidemia y todo podía resultar, si no normal, sí muy posible. Ni por un momento consideré la posibilidad de que se tratara de otra enfermedad que no fuera la producida por el maldito coronavirus. Dentro de casa, sonaba Louis Amstrong cantando What a wonderful world.
Al cabo de un rato bajaron con una mujer anciana a la que acercaron al coche en una especie de silla de ruedas amarilla que más parecía una carreta que una silla. La mujer llevaba la máscara puesta y gemía. Los sonidos en la ciudad tienden a subir hacia los pisos más altos, así que todo se escuchaba facilmente. La profesional sanitaria, con mascarilla y mampara ante su cara le decía: “tranquila, corazón, que ya nos vamos; ya está, corazón, ya está”, mientras su compañero sacaba la camilla y los dos juntos, a la de tres, pasaban a la anciana de la silla a la camilla en un ejercicio de profesionalidad verdaderamente admirable. La mujer seguía quejándose sin fuerzas, totalmente desmadejada y ambos la consolaban mientras seguían con su protocolo. Yo ya me había convertido, tal vez en una cotilla, una morbosa o no sé si en la mismísima vieja del visillo, pero la verdad es que me sentía verdaderamente traumatizada con la escena a la vez que no podía dejar de observarla. Cuando ya creía que se subirían al vehículo para encaminarse al Hospital con la mujer, vi que les faltaba un último e importante ritual: desinfectar la silla y desinfectarse a sí mismos. Sacaron unos grandes pulverizadores y, tras rociar la silla de arriba abajo, hicieron lo propio el uno con el otro por todo su traje de otro mundo. Mientras uno de los dos ponía los brazos en cruz, el otro le lanzaba su vapor líquido por todo su traje protector, por detrás y por delante. Después, invirtieron los papeles. Fue entonces cuando, al terminar, subieron a la unidad y se encaminaron calle abajo con la enferma dejándome un regusto amargo por la mujer y otro regusto enternecedor por el exquisito trabajo de los profesionales sanitarios. Desgraciadamente, esa sí era la nueva normalidad de aquellos días, ese término que tanto se usa ahora, cuando comenzamos a relajar ya un poquito la presión.
Cerré la ventana. Luois Amstrong ya había terminado la canción.

Ver la muerte a la puerta
como un tatuaje gris en la memoria
 por los ojos grabado.
No hay piel para las últimas caricias.

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A día de hoy:
  • Seguimos confinados no del todo
  • Ya tenemos calendario de "desescalada" (por fases)
  • Desde hoy podemos pasear por turnos unas horas.
  • Curva descendente