VEN, PASA SIN LLAMAR


MENSAJE Y CANCIÓN DE BIENVENIDA AL BLOG
(Pinchar sobre el texto que sigue, para escuchar la canción):
VEN,
PASA SIN LLAMAR
(*) Vídeo de la CANCIÓN: pinchando en cualquier parte del texto de bienvenida anterior (Le puso música y voz: Amador (Dorchy Muñoz) Gracias.

*Tanto los TEXTOS como las FOTOS de cada entrada del Blog son autoría de Ángeles Fernangómez. En algún caso excepcional en que no fuera así, siempre se especifica el nombre del autor o autora y se cuenta con su consentimiento.


lunes, 18 de febrero de 2013

CONECTA CON MI VOZ

                             (Foto: Santiago Carrasco)


CONECTA CON MI VOZ
Cada poema tiene su propia música interior
Cada poeta escribe las notas de su propia partitura: su voz

(2013)

Danza…,
danza al ritmo de mi música interior,
ponte de puntillas y gira mis palabras en el instante justo en el que yo
pulse el mando de girarlas.
Contonea mis letras, ondula mi metáfora, siente
cómo se escande la idea, línea abajo,
y levita a un tiempo con mis notas, tuyas ya.
Danza, danza, danza…, sigue
hasta que cierre el lenguaje la abstracción.
Danza, danza, danza…, siente
que te empapa el ritmo que mece a la palabra,
que te penetra el golpe de platillos en las sienes.
Danza, danza..., sintoniza
el dial de mi cadencia y los vocablos, ve a mi paso,
toma mis silencios y descansa.
Lee al compás con que te escribo –porque te escribo a ti, y a ti…, y a mi–.
Danza conmigo
y entenderás mi verso, mi estrofa, y mi canción.
                                                                                 

Todos los derechos©Ángeles Fernangómez (texto)
Todos los derechos©Santiago Carrasco (foto)

sábado, 9 de febrero de 2013

LA MÁSCARA (en cuatro tiempos)

                                            (Foto tomada de Inernet)
                                                                                                                                      (2005)
 LA MÁSCARA
 (En cuatro tiempos)   

            ¡Carnaval, Carnaval / Carnaval, te quiero …!
            -Hola Alfredo; qué tal, Mario.
            -Hola…, Máscara, ¿quién está detrás de esa blanca palidez?
            -¡Ja, ja, ja! Soy la muerte vestida de porcelana, y vengo en busca de vuestras podridas almas.
            ¡Alegría y buen humor / en el mundo entero…!
            -¡Déjate de coñas!, eres Sara, ¿a que sí? O no. Fernando, eres Fernando. Tienes una voz tan ambisex que no hay quien sepa lo que eres.
            -¡Venga hombre, frío-frío! Mario, a ver si tu eres capaz de adivinar quien soy, ya que Alfredo no da una. Por cierto: ¿cómo te va con Rosa?
            -¿Con quién?
            -Con Rosa, te pregunto por Rosa; no te hagas el sueco, anda. Oye: ¿ésta es tu mujer, verdad?, me cuesta reconocerla con ese disfraz de ciervo tan elegante; luce una cornamenta arbórea preciosa.
            -Mario, ¿quién es esa Rosa por la que te pregunta y qué quiere decir con lo de la cornamenta?
            -¡Y yo qué sé! ¡Esta tía (o lo que sea), está mal de la cabeza! ¿No serás la loca de Teresa?
            -¡Frío-frío! ¡Pero que muy frío! Tampoco tu lo adivinas.
            ¡Qué hiciste, abusadora /¡qué hiciste…!
            Se os acabó el tiempo. Me voy, que habéis perdido la partida. Tengo una marca inconfundible en mi cuello y ni os habéis enterado: ¡Mirad! Ahora os pasareis la vida mirando cuellos como vampiros para intentar descubrirme. ¡Adiós! ¡La noche es joven!
            ¡Carnaval, carnaval…!

II

            -¡Hola, Rosa! ¡Qué cambiazo! Casi no te reconozco, pareces hasta guapa con ese disfraz de Campanilla que llevas. Por cierto: ¿y  Peter Pam? ¿Le has dejado cuidando de tu hija? ¿Y cómo va lo de tu ascenso, chica?
            -Oye, ¿por qué no te quitas la careta y veo quién eres? Sabes mi nombre, sabes que tengo una hija, sabes…
            -Se también que hace unos días discutiste con tu jefe por un asunto de cifras, sí; las noticias vuelan; pero no tienes que apurarte, estás bien protegida...Y, a propósito: esto no es una careta, sino una elegantísima máscara veneciana, única en el Carnaval.
            -¿Quieres decirme de una vez quién eres?
            -No.
            -Lo averiguaré.
            -¿Cómo?
            -Hay algo que te delata.
            -¿Si?
            -Si, ese lunar en el cuello. Y no me gusta -seas quien seas- que me hagas preguntas tan indiscretas e insinuaciones tan groseras.
            -Pues lo tuyo no es nada. A Mario le pregunté por su... amante -¿te suena quién puede ser?-,  y delante de su mujer.
            -¿Mario? ¿Qué Mario? ¡Ya está bien, da la cara de una vez! ¡A ver!
            -¡Ah, no, no! La máscara no se toca. Son reglas del juego. ¡Hasta la vista!
            ¡Alegría y buen humor...!
   
III

           - Es alguien del trabajo, te digo que es alguien que está aquí, entre nosotros. Quien  se esconde tras la máscara es una mujer, a mi no me engaña por mucho que imposte la voz. También se tropezó con Rosa, y ¿sabes qué le preguntó? Pues: “¿Cómo va lo de tu ascenso, chica?”. ¿Quién, sino uno de nosotros, puede estar al tanto de ese asunto? Te digo que está entre nosotros. ¡Esa máscara  veneciana, tan pálida como la muerte misma, la más blanca de todo el Carnaval! Yo diría que quien nos está tomando el pelo es Dácil, ¿qué te apuestas, Alfredo? Pude ver su cuello, una farola le daba de plano y, en el lado izquierdo tenía un lunar pequeño y negro, ¿no te fijaste? Cuando me preguntó qué tal con Rosa me acojoné; ¡coño, que iba con mi mujer!, ¡menudo mosqueo se agarró…! ¡Si descubro que es Dácil se entera. O quien sea, me da igual, joder! Hay gente que se cree que detrás de una máscara puede decir todo lo que se le antoje. ¿Qué buscaría, que mi mujer descubriera lo mío con Rosa o acojonarme sólo para divertirse?
            ¡Espera! ¡Ahí viene Dácil! Disimula y mira bien, pero recuerda: un lunar en el lado izquierdo del cuello.
            (.../...)
            ¡Joder, que no!, ¡que está más limpio que la palma de mi mano! ¡Ni una jodida manchita! ¡Nada, que tampoco es ella! Pero te digo que es alguien del trabajo, ¡vaya que sí!
            -¿Y Cande? Ella tiene que saber todos estos “secretos” de los que habla la máscara, ¿no?
            -¿Cande? ¿Mi secretaria? ¡Vamos, Alfredo! Cande jamás haría una cosa así. Si casi pide permiso hasta para respirar. La Máscara es mucho más alta. Además, Cande no sabe nada de lo mío con Rosa. Rosa nunca dice su verdadero nombre cuando me llama al trabajo.
  
IV

            ¡Ay espejo, mi espejito querido! Tu y sólo tu  sabes todo sobre mi! Por eso conoces lo bien que me siento detrás de esta bendita máscara veneciana. Soy capaz de cualquier cosa aquí dentro, no tengo miedo ¿verdad que no?
Yo que me corto por todo, que no me atrevo a nada, que me tiemblan las piernas en cuanto tengo que hablar de lo que sea, que…, que soy la timidez andante, sí. Yo, que siempre soy anonimato y nada más, aquí dentro me siento libre y digo lo que siempre callé.
            No me vas a creer, espejito, cuando te cuente lo que he  hecho y las cosas que he sido capaz de decir con esta nueva identidad entre murgas y comparsas.
            Ya me cansé de no atreverme a nada, quiero seguir siendo siempre esta sombra pálida que hace lo que siente y habla claro. Un Carnaval eterno es lo que quiero.
            ¡Si hubieras visto, espejo, la cara de Mario cuando le pregunté por su amante y llamé cornuda a su mujer…! ¡Claro que me lo puso a huevo con ese disfraz de venado que llevaba! ¡Ah, cómo les odio!: “Cande, ¿me pasas con mi marido?” (...) “¿Qué no está, y dónde ha ido?” (...) “¡Ya, no sabes, claro!” (...) “Pues le dices que me llame, y no te olvides ¿eh?”.
            Y luego él, que cuando habla con la zorra esa no quiere que nadie le interrumpa: “Cande, que no me moleste nadie” (...) “Dile a mi mujer que  no estoy…” (...). Y yo en  medio de todo, dándole disculpas a su mujer y oyendo cómo se ríe cuando habla con la otra. "La otra" nunca dice su verdadero nombre cuando le llama, pero yo sé muy bien quién es. ¿No podrán dejarnos en paz ni en las horas de trabajo? Ese tiempo me pertenece y ellas se entrometen a todas horas; las escupiría. Pero lo único que digo es: “Sí, muy bien” (...) “Sí, claro que sí, como tú digas Mario…, de acuerdo Mario”
 No hago más que parecer amable cuando lo que de verdad quiero es que les folle un pez a todos, (bueno, a él no). ¿A que sí, espejito; a que tú me entiendes?
¡Caray, este lunar no hay quien lo quite, se adhiere a la piel como  si fuera propio! 

Todos los derechos©Ángeles Fernangómez (texto)