VEN, PASA SIN LLAMAR


MENSAJE Y CANCIÓN DE BIENVENIDA AL BLOG
(Pinchar sobre el texto que sigue, para escuchar la canción):
VEN,
PASA SIN LLAMAR
(*) Vídeo de la CANCIÓN: pinchando en cualquier parte del texto de bienvenida anterior (Le puso música y voz: Amador (Dorchy Muñoz) Gracias.

*Tanto los TEXTOS como las FOTOS de cada entrada del Blog son autoría de Ángeles Fernangómez. En algún caso excepcional en que no fuera así, siempre se especifica el nombre del autor o autora y se cuenta con su consentimiento.


miércoles, 29 de septiembre de 2010

LA CASA 3

(viene de las 2 entradas anteriores)

Relato en 4 tiempos
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(2002)
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3ª parte: SENSACIONES
Andrea llegó a la casa.
Había perdido la conexión con ella desde que su familia la vendió, hacía ya muchos años. Pero el viaje del que regresaba le había hecho pasar muy cerca de aquel pueblecito y sintió deseos de acercarse y observarla, aunque solo fuera desde la calle. Alguien la vio pasmada, mirando el portón como quien hubiera encontrado la puerta del mismísimo cielo y le preguntó si podía ayudarle en algo: “Sí, yo viví de niña en esta casa, ¿vive alguien ahora en ella?” Le contaron que, en la actualidad, estaba alquilada a un Grupo, una especie de ONG, o algo parecido, que la dedicaba a dar apoyo escolar a inmigrantes de toda la zona. “¡Curioso uso, nunca lo hubiera imaginado!” -pensó-.

-¡Pero entre, no se quede ahí, le dejarán verla gustosamente, se lo aseguro! Y Andrea solo gastó el tiempo necesario para agradecer la información antes de aceptar la sugerencia. Abrió el portón y las sensaciones fueron desfilando en perfecto orden. Lo primero, el leñero techado que el mastín utilizaba para dormir y donde ella escondió una vez sus zapatitos. Después, el patio de sus juegos y aquellos curiosos rituales infantiles, luego..., ¡cómo se le agolpaban las sensaciones en que se convertían imágenes y recuerdos! Con su imagen de niña ocupando esos espacios, recordó a sus hijos, algunos ya casi adultos. Quizá no fueran como ella les soñó, pero eran sus hijos y se sentía feliz si les veía aceptar sus vidas y había amor en sus miradas. Ya no eran bebés, ni siquiera niños, pero aún la necesitaban.

La casa estaba hecha solo de emociones y sentimientos agrupados. Eran las raíces de aquel árbol preñado ya de frutos, que conformaban su vida; era sus pilares y el centro de su seguridad.

A Andrea le pareció oír expresiones de su madre que ella misma reproducía sin saber muy bien por qué, desde hacía algún tiempo.

Lo miró todo, y todo lo que pudo acarició, incluyendo el huerto, con el guiño a la morera, gesto que tuvo la sensación de ser correspondido. Ese árbol, que a ella le parecía el de la vida, estaba allí, delante de sus ojos nuevamente.

Se resistía a dejar la casa tan pronto, cuando le ofrecieron una excusa perfecta para alargar un poco la visita.

-Supongo que le gustaría quedarse un rato más, ¿verdad? –le dijo una mujer, que apareció tras la puerta de entrada-. Dentro de unos minutos vamos a servir una merienda, ¿querría acompañarnos?

-Sí, gracias, -dijo sin vacilar un momento-, me encantaría. Y la conversación fluyó sin encontrar tropiezos.

Al atardecer, reanudó el camino y, las preocupaciones familiares que venían ocupando casi toda su mente antes de llegar, fueron sustituidas sin ningún esfuerzo, por una imagen que le llenaba de alegría: una niña con su mismo nombre, corría de un lado para otro de la casa, riendo con esa gracia contagiosa de la que solo los niños conocen el secreto. Sonrió y le invadió una alegre sensación de bienestar. (continuará)
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Todos los derechos©Ángeles Fernangómez (texto y foto)

martes, 21 de septiembre de 2010

LA CASA 2



(viene de la entrada anterior)

Relato en 4 tiempos




.(2002)

2ª parte: DISPERSIÓN
Andrea llegó a la casa.
Hacía años que no vivía en ella ya. Era bonito el paisaje de su entorno, sí, pero no acababa de comprender cómo pudo haber vivido tan a gusto en ese ambiente tan rural. Era más emocionante la ciudad en la que ahora pasaban sus días, más divertida. Miraba entre curiosa y sorprendida aquel lugar que la vio nacer y crecer cuando era niña. No había vuelto desde entonces. Miró el portón de la entrada, que tanto le sorprendiera en su niñez, pero sus dieciocho años recién estrenados le distrajeron colocándose mejor el pelo para estar más guapa. Entró en el patio y lo reconoció, aunque le llamó la atención que estuviera empedrado, no se acordaba del detalle, y ahora había tenido que darse cuenta por lo mal que caminaba sobre las piedras con sus botas altas.

Se asomó a la huerta, vio la morera cargada de frutos maduros. Se acercó a probarlos. Miró el resto de los árboles, pero un pensamiento un poco fuera de contexto le distrajo: “¿dónde habría dejado la cinta de Los Rollings que venía oyendo en el coche?“ Cuando comprobó que la tenía en su bolso, se relajó, volvió a centrarse en la visión de la casa, y su corazón joven se enterneció al reconocer el lugar que más le había gustado para sus juegos. ¡Cuánto había crecido y pensado desde entonces!

Sí que se acordaba de la casa, de todas sus habitaciones y rincones, pero hubo un detalle que le llamó la atención especialmente: No le parecía ahora tan enorme. Era grande, sí, pero no tanto como ella había grabado en su cerebro, ya un poco más agrandado también.

De este pensamiento saltó, sin paso intermedio, al que ocupaba desde hacía unos meses el porcentaje más grande de su mente: “¿qué estaría haciendo Jaime en ese momento?, ¿la seguiría queriendo -o gustando-, o se habría olvidado de ella en todos esos días?”. Tenía tantas ganas de llegar y contarle todo lo que había visto… Se tranquilizó pensando: “mañana, mañana mismo estaré a su lado de nuevo”. Y se sentó sobre el poyete en que acostaba a sus muñecas. (continuará).
Todos los derechos©Ángeles Fernangómez (texto y foto)

viernes, 17 de septiembre de 2010

LA CASA 1

Relato en 4 tiempos
INICIO AQUÍ LA PRIMERA PARTE DE UN RELATO TITULADO "LA CASA", ESCRITO HACE YA ALGÚN TIEMPO, Y ESTRUCTURADO EN 4 PARTES, A MODO DE PEQUEÑOS CAPÍTULOS, QUE COMIENZAN SIEMPRE CON LA MISMA FRASE:
"Andrea llegó a la casa".
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(2002)

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Todos los derechos©Ángeles Fernangómez (texto y foto)

1ª parte: RAÍCES

Andrea llegó a la casa.
Llevaba en su manita el pequeño cabás que siempre utilizaba en la Escuela de Párvulos. Lo dejó en el suelo para poder jugar libre de trabas por el patio. Su casa, la casa en la que ella hacía "casa" si venían mal dadas y algún peligro acechara, estaba así, como posada dentro del escenario natural de aquel pueblecito de montaña. Si alguien le hubiera preguntado a ella si la casa era bonita, hubiera dicho simplemente: “¡pues claro!” Y si hubieran querido saber por qué, quizá sólo escucharan como respuesta: “porque es mi casa y es muy grande y tiene un patio para jugar”.

Era bonita porque era su casa, simplemente por eso. Había nacido allí, y Andrea aún estaba en los años en los que se goza de esa maravillosa inconsciencia que sólo poseen los niños y que permite que todo sea porque sí, sin más, sin buscar recovecos.

Ese patio, que escondía misterios conocidos sólo por ella, se convertía en su mundo, solitario a veces, pero pleno de vida. ¡Era tan fácil y natural para ella crear, inventarse personajes y darles vida en su cerebro en aquel marco...! Y la huerta, con la gran morera, allá, al otro extremo, la huerta a la que llegar se convertía en una aventura peligrosa, al tener que atravesar el pasadizo oscuro y sortear después las babosas que salían al sendero de entre las hortalizas, las que a ella le daban tanto, tanto miedo. Esa aventura tardó en poder correrla a solas, pero acabó consiguiéndolo.

Era una casa enorme, sí -así al menos la veía ella-, en la que cabían todos y cada uno de sus sueños de infancia, y con ese sentimiento de seguridad, Andrea se quedó dormida al sol en la esquina preferida de sus juegos. ¡Qué grande, qué enorme era su casa!
(Continuará)